Mi madre me contaba que en épocas remotas se aparecían
por las calles nocturnas de Calkiní unos seres monumentales
como el cíclope de Homero. Estos monstruos poseían siete cabezas y se distraían en espantar a
los trasnochadores. Se les aparecían en una
esquina con las piernas entreabiertas para invitar al desvelado a cruzarlas sí
se quería salvar, lo que nunca sucedía, pues el que se animaba moría
despanzurrado. Si se regresaba para el lado contrario de nueva cuenta se encontraba con el gigante, parecía poseer el
don de la ubicuidad ¿Cómo se salvaba?
Nunca se dio la razón. Lo único
que se sabe es que era un ser que a todos atemorizaba.
PROFE. ANDRÉS GONZÁLEZ KANTÚN.
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